miércoles, 19 de octubre de 2016


            Las neurociencias no revolucionan la educación

" El fenómeno mediático y comercial que explota los valiosos aportes de la neurociencia contemporánea como un hito revolucionario del campo educativo, reedita conservadurismos y asordina una mirada política y propiamente pedagógica sobre los desafíos que enfrenta el sistema educativo" Daniel Brailovsky


El impulso de un proyecto de ley sobre Dificultades Específicas del Aprendizaje (1) ha suscitado una oleada de reacciones por parte de educadores, profesionales de la salud y científicos sociales que reconocen en esta iniciativa otra expresión de las miradas cientificistas y reduccionistas sobre el aprendizaje escolar. Si bien la iniciativa se funda en la intención de garantizar derechos, evitar estigmatizaciones y ampliar el compromiso del Estado asumiendo mayores compromisos en materia de salud y educación, tras la apariencia científica de los argumentos, el aprendizaje escolar (y sus dificultades) aparece definido como un problema puramente biológico o neuronal. Esto supone valoraciones sobre la sociedad, la cultura y la educación que van desde el reduccionismo y la falacia, hasta la más pura eugenesia o el darwinismo social. Los portavoces de esta perspectiva asumen que hasta el 10% de los problemas escolares se debe a la falta de diagnóstico temprano de un proceso de índole neurobiológico con base genética. La puesta en segundo plano de las principales dimensiones del fracaso escolar (pedagógica, didáctica, social, cultural, económica y política), convive en el debate amplio con argumentos tan escandalosos como la formulación de una explicación neuronal de la pobreza, descripta en términos de “capital mental” (figura teórica que podría leerse como una caricatura fisiológica del capital cultural de Pierre Bourdieu) y que es presentada en forma mediática y bajo el auspicio de grandes empresas por los principales promotores de esta corriente de pensamiento.
Pero ni el proyecto ni sus promotores constituyen el centro del problema, pues éste es la expresión más reciente de un fenómeno más amplio. En perspectiva, se inscribe en el contexto de iniciativas análogas que han visto la luz en los últimos años. Probablemente una de las más pintorescas sea el proyecto de una ley de “educación emocional” que busca “desarrollar mediante la enseñanza formal las habilidades emocionales” (p.e. autorregulación emocional, motivación o aprovechamiento productivo de las emociones), convirtiendo algo tan complejo, inasible y sanamente ingobernable como la emoción en una especie de currículum afectivo normalizador. (2) Esta mirada neopositivista de las dificultades de aprendizaje se reconoce también en el llamado “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad” (ADD o ADDH), que con demasiada frecuencia es lisa y llanamente un eufemismo médico para aludir al hecho de que no todos los alumnos se quedan quietos escuchando cuando las clases son aburridas, están mal pensadas o desconocen la necesidad de construir la enseñanza desde la alteridad y el diálogo. La experiencia con el ADD/ADDH, además, ha mostrado contundentemente lo que sucede cuando los problemas de aprendizaje son sacados de contexto y adjudicados a una patología del alumno: severas situaciones de abuso de los medicamentos, adicciones y situaciones recurrentes de estigmatización.
Hasta aquí, nada nuevo. Neurólogos (o psicólogos, o gurúes del credo que fuere) desbordan de entusiasmo y creen que sus postulados están llamados a revolucionar la educación. Ya ha sucedido muchas veces. Y no es curioso que, como en todas las versiones anteriores, muchos de los textos que hablan de neurociencias y educación se digan portadores de visiones críticas acerca de la escuela tradicional, y hasta se autoproclamen revolucionarios. “La revolución del cerebro”, “la nueva educación basada en el cerebro” o “la revolución de la neuropedagogía”, son algunos de los estandartes que sostienen. Para cualquier pedagogo, sin embargo, es evidente que los hallazgos en materia de neurobiología no aportan a la pedagogía lo bastante como para considerarse revolucionarios. La asombrosa posibilidad de observar mediante complejas tecnologías el funcionamiento de un cerebro vivo, es fascinante. Sólo la buena ciencia ficción ha anticipado este increíble avance. Pero creer que este logro se traduce en revoluciones educativas es un exabrupto que desconoce por completo el sentido del hecho educativo.
Pero ya se ha dicho tanto, y tan bien dicho, sobre estas iniciativas como emergentes de un nuevo conservadurismo educativo, que optaré aquí por entrarle al asunto desde otro ángulo. Me gustaría analizar la cuestión a partir de la pregunta por el autoproclamado carácter “revolucionario” de los enfoques neurocientíficos aplicados a la vida escolar, y esbozar algunos argumentos que podrían ayudar a pensar la cuestión desde una perspectiva más que legítima: la propiamente pedagógica.
La enseñanza se enfrenta a enormes dilemas. Los profesores se aferran a modelos “tradicionales” aun cuando desde hace siglos existen voces críticas que intentan desterrarlos de las aulas. Los manifiestos escolanovistas de principios del siglo XX ya expresaban (mucho antes de las resonancias y las tomografías, y de un modo mucho más ordenado y elocuente) todos los principios que hoy proclama la neuropedagogía. Una excelente recopilación de estas ideas clásicas puede hallarse en el libro más reciente de Philippe Meirieu, el punto de partida es su cólera hacia los panfletos que difunden las tesis clásicas de la educación nueva presentándolas como paquetes fáciles de vender. (3) Y traigo a Meirieu simplemente para mostrar que son muchos en todo el mundo los que observan con preocupación cómo los gurúes mediáticos del momento presentan, simplificadas y vulgarizadas, ideas que ameritan pensarse mejor.
La mayor parte de las prácticas “tradicionales” criticadas tienen que ver con el excesivo centramiento de la enseñanza en la figura del docente, que explica y despliega sus saberes, y con el olvido de los intereses auténticos y las necesidades de los alumnos, que quedan relegados a una posición de espectadores pasivos. Algunos partidarios de los enfoques neuropedagógicos suponen que conocer mejor el cerebro equivale a conocer mejor al alumno y sus potencialidades, y creen que este conocimiento devendrá en una revitalización del olvidado lugar del estudiante en el aula. Sin embargo, en este razonamiento hay una falacia evidente: las razones del olvido del lugar del alumno no pueden buscarse sólo ni principalmente en los misterios del cerebro. No sólo porque el organismo no es el cuerpo, sino porque este dilema educativo tiene explicaciones mucho menos lineales, que es preciso mirar pedagógicamente.
Ensayemos entonces una explicación desde la pedagogía, presentando tres argumentos.
Primer argumento: mirar el cerebro, no es mirar al alumno. La enseñanza es dos cosas a la vez. Por un lado, es una relación que involucra el encuentro (emotivo, intenso, comprometido) de personas que ahondan en algo tan íntimo y profundo como el saber, las creencias, las convicciones y la ideología. Y al mismo tiempo, la enseñanza es un sistema político y social, de proporciones industriales, que distribuye credenciales, habilitaciones y títulos profesionales. A la enseñanza le cuesta mucho ser ambas cosas a la vez, pero necesita imperiosamente ser las dos cosas. Necesita ser una relación, porque sin alteridad, no podría haber aprendizaje profundo y significativo. Y necesita ser un sistema público, porque de otro modo no podría estar al servicio de un proyecto social, y sería un abanico atomizado de experiencias individuales. Cuando discutimos sobre las tareas que la maestra manda para hacer en el hogar, por ejemplo, pensamos la enseñanza como una relación. Cuando opinamos sobre la inclusión en el currículum oficial de la educación sexual, en cambio, la pensamos como un sistema. Ambas cosas son necesarias. Pero –y aquí viene el problema– algunas demandas del sistema influyen fuertemente en las relaciones de enseñanza. El ejemplo más obvio: la existencia de contenidos obligatorios, como la mitocondria, los ángulos consecutivos, el Peloponeso, las dicotiledonias, los anticiclones, los afluentes del Paraná, etc. El programa oficial es necesario, pero hace más difícil para los profesores partir del puro interés de los alumnos, y vuelve a la enseñanza más proclive a centrarse en la explicación del docente. Este antiquísimo dilema, como es evidente, no se resuelve conociendo mejor las bases fisiológicas o neuronales del aprendizaje, sino pensando mejor las relaciones entre las dimensiones didácticas y políticas de la educación.
Segundo argumento: conocer científicamente el aprendizaje no es el único modo (ni el mejor, tal vez) de mejorar la enseñanza. Las neurociencias que miran la educación con la esperanza de revolucionarla, emplean la expresión “enseñanza basada en el cerebro”. El punto de partida, dicen, debe ser un conocimiento más detallado de los mecanismos del aprendizaje. Los argumentos que se utilizan en general son parecidos a los de la psicología evolutiva clásica: “si entendemos cómo funciona la mente, educaremos mejor”. En ambos casos el riesgo es similar: se intentan reemplazar los esfuerzos que demandan las relaciones educativas (complejas, cambiantes, políticas, insertas en instituciones) por fórmulas esenciales sobre “el alumno” o “el aprendizaje”.
Desde un lugar muy diferente, las pedagogías críticas (en plumas como las de Paulo Freire, por nombrar un destacado referente) sostienen que el punto de partida de la enseñanza es el marco cultural, ideológico, político y social de los alumnos. Esta idea se reafirma desde muchos ángulos, incluidas las nuevas visiones psicológicas sobre el aprendizaje, representadas en las lecturas actuales de la teoría sociohistórica de Lev Vigotsky, donde el aprendizaje no es escindido de las relaciones sociales en las que tiene lugar. Desde esa visión, está claro que no hay recetas ni verdades absolutas. Hay que saber mirar, y desarrollar en forma más artesanal que metódica una mirada sensible sobre las relaciones que van tejiendo la trama de lo educativo. Y aunque esta idea es más o menos incompatible con la que sostiene que el punto de partida de la educación es el conocimiento del cerebro, paradójicamente muchos autores de la corriente neurocientífica se dicen afines a las pedagogías críticas, y a la corriente de la escuela nueva. Sin embargo, si uno toma algunos de los principios generales de las pedagogías críticas o del movimiento de la escuela nueva, observará que las coincidencias son pocas, y las diferencias muchísimas.
En lo que sí coinciden es en algunas de las recomendaciones prácticas propuestas. Repasando el artículo 6 del proyecto de ley sobre Dificultades Específicas del Aprendizaje, por volver al ejemplo, pueden leerse ideas tan interesantes como “brindar mayor cantidad de tiempo para la realización de tareas”, “asegurar que se han entendido las consignas”, “facilitar el uso de ordenadores, calculadoras y tablas”, “ajustar los procesos de evaluación a las singularidades de cada sujeto” o “asumirse como promotores de los derechos de niños (…)”. Se agregan otros del orden de: “evitar copiados extensos y/o dictados” y evitarle a los niños “exposiciones innecesarias frente a sus compañeros”. Todas estas recomendaciones, eclécticas herederas de tradiciones tan diversas como la didáctica clásica, la psicopedagogía diferenciada, el escolanovismo, la educación especial y el sentido común, existen todas ellas desde hace muchísimo tiempo en la teoría y en el currículum oficial, que es donde suelen hallarse referencias a recomendaciones tan específicas. En lo que claramente no se basan, es en un crucial conocimiento acerca del cerebro. Todo parece apoyar la idea de Steven Rosede que la dirección de la utilidad es la contraria: “Esto es menos sobre lo que los educadores puedan aprender de nosotros, y más acerca de cómo su experiencia de la enseñanza puede ayudar a enmarcar las preguntas que los neurocientíficos hacen sobre el cerebro”.
Los conocimientos científicos acerca del aprendizaje siempre han sido un insumo del trabajo escolar. Sirven para acompañar hipótesis de trabajo de los docentes y para brindarles una formación amplia y general. Pero no son el único modo de fortalecer el lugar de los alumnos en las relaciones educativas. Y no lo son, porque en lugar de acercar a maestros y alumnos en una relación más libre, más sincera y más comprometida, estos saberes (psicológicos antaño, neurocientíficos más recientemente) ponen al aprendizaje y a la enseñanza en lugares rígidos y supuestamente asépticos. Puede ser útil saber qué límites impone la biología a los tiempos de un bebé, por ejemplo, o cada cuántos minutos la mente debe descansar, o cuán necesaria es la hidratación para prestar atención. Pero lo cierto es que las acciones de los maestros se significan en sus relaciones con los alumnos, y no hay un modo de estandarizar ni medir en forma absoluta sus efectos.
En el caso puntual de la dislexia, puede ser interesante saber que las dificultades para aprender a leer y escribir (que cualquier maestro detecta y reconoce sin un certificado médico) incluyen en su origen componentes biológicos. Pero ello no cambia el hecho de que el trabajo pedagógico para acompañar el aprendizaje de esos niños y niñas no se nutre de (ni se basa exclusivamente en) el diagnóstico. Resulta difícil imaginar en este caso efectos diferentes a los de la misma estigmatización que se pretende prevenir. La experiencia con el ADD/ADDH ha mostrado claramente a qué puede conducir la medicalización de los problemas de aprendizaje. El terreno para construir esta reflexión no es el de la ciencia dura, sino el de la ética. El lugar de la ciencia no es clasificar a los alumnos según su condición sino, en todo caso, formar parte del amplio conjunto de instancias con las que cuentan los docentes y el Estado, para dar forma a los proyectos educativos.
Por último, el tercer argumento reposa en el hecho de que el fenómeno de las neurociencias en educación es uno de orden discursivo, con todo lo que ello implica: tribus que crean y habitan sus jergas, y lenguajes que, al decir de Foucault, tallan los objetos que nombran. En ese punto, el cruce entre ambas disciplinas (neurobiología y pedagogía) se funda en una serie de malentendidos, el primero de los cuales es la visión deformada que cada una de ellas tiene de la otra. Muchos educadores aceptan con demasiada ingenuidad todo lo que proviene de las investigaciones neurológicas, tal vez por la misma razón que aportaron cinco millones de “me gusta” al sitio en Facebook que promueve la ley de educación emocional. ¿Quién va a estar en contra de hablar de las emociones en la escuela, ante tanta tradición racionalista en los sistemas de enseñanza? ¿Quién se va a oponer a tomar aquello que los científicos descubren como plataforma de la enseñanza, con lo serios y asépticos que se ven en sus delantales, igual que en las propagandas de jabón para la ropa? Los expertos en neurociencias, por su parte, tienen en general una visión algo simplificada de lo que significa educar. Los relatos de sus experiencias en la escuela y algunas estadísticas generales suelen ser toda la evidencia que aportan para reconocer en la escuela un recipiente ideal de los avances en las investigaciones. Los reduccionismos a ambos lados de la relación, entonces, no ayudan.
Finalmente, lo que parece haber detrás de esta euforia por los avances neurocientíficos como panaceas capaces de revolucionar la educación es la vieja idea iluminista del progreso, siempre solidaria con los afanes de control. La misma idea que Pablo Minini expresó muy bien en su artículo del 24 de septiembre en este diario: una conducta o una emoción generan cierta actividad neuronal medible, y la expectativa de estos enfoques es lograr que la conducta se adapte a la norma. “Lo que en verdad les importa”, dice Minini, “es lo que las neuronas les hacen hacer a las personas. Y cómo un técnico puede controlarlo”. Por eso, desde una visión crítica parece improbable que los aportes de las neurociencias a la educación constituyan algún tipo de revolución copernicana para la educación, la enseñanza y las prácticas escolares. Los modos de la educación de cambiar de paradigma, de atravesar sus “revoluciones”, en general tienen que ver con cosas pequeñas, pero muy trascendentes: cómo establecemos una conversación entre maestros y alumnos, cuánto y cómo sabemos escucharnos, cómo imaginamos el futuro común, qué permisos habilitamos para ser uno mismo dentro del aula y, por supuesto, cómo conciliamos las demandas que la enseñanza presenta a nivel de las relaciones individuales y a nivel de las utopías sociales.
* El autor es Doctor en Educación. Profesor investigador de Flacso-Argentina.
(1) Se trata del proyecto de ley S-1680/15, presentado por la senadora María Laura Leguizamón.
(2) Puede hallarse más información al respecto en el sitio en Facebook del proyecto:https://www.facebook.com/fundacioneducacionemocional/about/
(3) Philippe Meirieu, Recuperar la Pedagogía: de lugares comunes a conceptos claves, Buenos Aires: Paidos, 2016.





miércoles, 6 de julio de 2016





Grafología….La variable cultural...

Cada sociedad establece, respalda y hace respetar normas de convivencia que se van reformando a medida que el tiempo transcurre y que la cultura, por evolución o involución, modifica.
Casa individuo, miembro de esa sociedad, vivencia las pautas de manera particular y puede adaptarse a ellas o resistirse. La adaptación o no al sistema heredado se proyectará en todas las áreas del quehacer humano: conducta, vestimenta, creencias, habla y en la escritura también.
La cultura impacta en la subjetividad pero no como algo externo que irrumpe. La cultura incide en la subjetividad y la subjetividad incide en la cultura.
"Somos siempre sujetos de una cultura particular, estamos construidos en alguna medida dentro de esa cultura e inevitablemente sufrimos los avatares que va sufriendo la cultura”
Dr. Emiliano Galende *
Cuando hablamos de cultura hablamos del entramado social, de cómo se tejen los vínculos y las relaciones que lo sustentan en lo familiar, laboral, interpersonal, y en lo territorial también. Nos referimos, entonces, al modo de construir significados que nos comprenden a todos los sujetos de una misma cultura .
Husserl plantea a la subjetividad como trascendental. No la ubica ni adentro ni afuera del sujeto, la considera un fenómeno humano que está en relación con un sistema no cerrado de significación que posibilita la convivencia de los miembros de esa cultura .Sujetos que comprenden la dinámica de las relaciones entre unos y otros.
Los elementos del sustrato cultural serían: significación, valores, criterios éticos, morales , organización socio-económica, aparatos ideológicos,representaciones, autoridad- poder, conocimiento, estética y relaciones de fuerza. Elementos que interactuan en un marco heterogéneo, discontinuo y hasta contradictorio.
Dijimos que la cultura cambia y estos cambios pueden obedecer a variables temporales/históricas o territoriales :cambios de época , en el primer caso o en una misma época y en un mismo territorio distintas culturas, en el segundo. Vivimos en una cultura, la argentina, pero dentro de ella o con ella y en ella hay otras culturas particulares, otros lenguajes que construyen otros sistemas de culturas. " No se puede hablar de cultura global". Dr. Emiliano Galende *
La cultura ha cambiado y con ella nosotros. No es lo mismo un sujeto de 1940/1980/ 2000 que uno de 2016, no es lo mismo aunque sea el mismo, por tanto, al analizar escritos debemos ser precavidos e investigar sobre las características de la época y especialmente, del contexto cultural en la que se produjo la onda gráfica que analizamos. Si debemos ser precavidos cuando hablamos de una misma cultura cuanto más cuando hablamos de culturas diferentes.
Cuando trabajamos con niños es necesario saber qué modelo caligráfico le fue propuesto no sólo por el sistema educativo sino por sus docentes y en lo posible padres o adultos que acompañan el proceso de aprendizaje. Debemos también indagar sobre características culturales familiares y sociales. Es decir, que para que nuestra tarea arroje un resultado positivo y beneficioso para el niño, debemos hacer a priori un trabajo de campo, especialmente, cuando trabajamos con niños de una cultura diferente en nuestro país o fuera de él. No son pocas las veces que los niños copian rasgos o formas de construcción de sus mayores o referentes, especialmente, en las primeras aproximaciones a la lengua escrita.Si la docente escribió en el pizarrón una A cuadrada perdemos la batalla si le explicamos al niño que la A es redonda. Su respuesta será " la seño la hizo así" Y si la seño la hizo así es porque es así. ( Exagero y no tanto). Los que trabajamos con niños corremos con la ventaja de observar sus cuadernos y en ellos encontrarnos con el grafismo del docente, los padres o adultos que se encargan del menor.
" La Grafología siempre mide las desviaciones respecto al modelo caligráfico que el niño estudia en la escuela. Esta es la razón por la cual, al estudiar su escritura, es necesario considerar cuáles son los rasgos de ese modelo caligráfico. Sino se conoce el patrón que ha aprendido o está aprendiendo cada niño en concreto, no es recomendable evaluar su edad grafométrica utilizando esta escala " ( Escala E) María Luz Zamora Loureiro *
La escritura, entendida como la construcción de trazos que la significan, es portadora inequívoca de la esencia del sujeto autor. Hablamos de " sujeto" porque los seres humanos somos los que tenemos la capacidad para escribir. Es una obviedad, lo sé. Sirva ella para recordar que no nos expedimos sobre sujetos particulares, sino sobre onda gráfica. No es de nuestra competencia identificar personas sino analizar grafismo en cualquiera de sus modalidades y expedirnos sobre el grafismo, no sobre el sujeto. Parece una tontera y quizá por eso solemos olvidarlo. Analizar al sujeto es competencia de los psicólogos, identificarlos es competencia de los peritos calígrafos, escribanos o profesionales afines.
El Lenguaje escrito por su mecánica y estilo de construcción permite que el sujeto deje su impronta como ese ser que es y que que se desarrolla, madura, evoluciona y vive en un espacio geográfico, cultural, social y temporal determinado.
El sujeto puede ser moldeado sin ofrecer resistencia, adaptarse con madurez, plantarse agresivo y romper las normas a modo de protesta o vivir fuera del sistema. Sea la actitud que prefiera, sea el modo de vida que elija, sea la salida que instrumente, sea lo que fuere que haga o decida hacer, quedará plasmado en la onda gráfica .
" Los procesos de reproducción de relaciones sociales implican regularidades en las formas de dar sentido, sin embargo, con la posibilidad de la ruptura en la intersubjetividad, la desviación y la incomprensión no quedan anuladas. Foucault 1977
Analizar grafismo no es armar un rompecabezas con elementos diseminados. No se trata de conjugar signos sueltos ni de disecar la escritura desagregándola.
La escritura no es una masa amorfa compuesta de elementos azarosos. Por el contrario, escribir significa vivir en el espacio simbólico del soporte, es ser mientras se ejecuta el hilo gráfico
Escribir es un proceso de vida que se realiza con vida, por tanto, la mano, la pierna, la boca o el medio que permita llevar adelante el acto escritural, es una prolongación de un sujeto . Prolongación que involucra al ser todo.
¿ Qué significa la G, la T, la M ? ¿ Qué significan los márgenes? nada. Solos no significan nada. Cobran sentido en un contexto gráfico dado, en un contexto de vida único y atendiendo a las variables endo y exo, en este caso nos ocupamos de la variable cultural.
Hacer un diagnóstico gráfico implica, en principio, respeto y responsabilidad hacia el otro y hacia nosotros mismos. Lo sabemos. Responsabilidad es aplicar el método grafológico según protocolo y ética profesional. Responsabilidad implica no tomar atajos inciertos en el camino del análisis.
El respeto se evidencia en la formación profesional constante, en el interés por conocer e investigar otros campos que aportan datos significativos: psiquiatría, educación, neurociencia, psicología, sociología, psicomotricidad, antropología, entre tantos.
La Grafología no es un saber huérfano o paria, Es un conocimiento que se sustenta en otros que la refuerzan y que a su vez, pueden nutrirse de ella.
La Grafología es un saber que dialoga con otros saberes en beneficio propio y ajeno.
Muchas gracias 
Texto de Eva Procopio. Grafólogo de la República Argentina.
Fuentes consultadas:
Apuntes de cátedra: Antropología. Universidad Nacional de Mar del Plata.
Bizberg, I Individuo, Identidad y Sujeto. 1989
Elster, J. :El Cemento de la Sociedad. Bracelona: Gedisa. 1991
Foucault, M : Historia de la Sexualidad. México: Siglo XXI. 1977
Zamora Loureiro, Maria Luz: Manual de diagnostico infantil por la escritura. 2006.







martes, 5 de julio de 2016

Escribir es algo más que movimiento:

Escribir no es solo una praxia, si así fuera, con solo mover la mano, "escribiríamos" y no es así. El acto de escribir implica la vivencia de múltiples procesos que se integran y es atravesado por un sinnúmero de variables a considerar. Una cosa es copiar y otra escribir en el sentido amplio del término, es decir, lograr que el grafismo alcance a ser la manifestación del sujeto ejecutor de esa onda gráfica " escritura" lleva años y solicita el desarrollo, madurez y evolución de su autor. Escribir a mano activa , por su complejidad, más áreas del cerebro, dado que, quien escribe tiene un repertorio dado ( modelo caligráfico, normas de la lengua y sus niveles) mucho más amplio que el repertorio dado en el lenguaje tecnológico. Un corrector por bueno que sea nunca puede suplantar la mente humana asociando los elementos de su paradigma personal. Un corrector suele quedarse en el sentido literal de los términos mientras que un sujeto escritor recurre , naturalmente, a la semiología.Me remito a Chomsky y su Gramática generativa o a los lingüistas que se ocupan del tema.Por eso analizamos diferencialmente la onda gráfica del niño de la del adulto. Un niño está construyendo su manera de representar su realidad y la realidad utilizando el elemento escritura que es impuesto y arbitrario, cultural histórico y social, mientras que un adulto, se supone ya lo ha logrado. Un adulto puede expresarse y mientras lo hace deja su impronta no solo intelectual sino esencial, emocional.
Toda producción e interpretación del sentido constituye una práctica significante, un proceso de semiosis que se vehiculiza mediante signos y se materializa en textos.

Pierce toma como objeto de estudio la semiosis, proceso con tres instancias:
El representamen o signo, para nosotros onda gráfica.
El objeto o lo representado para nosotros lo latente.

El interpretante o sentido que el signo produce, para nosotros es nuestro análisis.
No no es ajeno lo ante dicho, puesto que, analizamos onda gráfica y la existencia de la onda gráfica la materializa un sujeto que escribe no solo formas sino sentido y a medida que deja su huella física ( grafismo) deja su huella latente ( su ser).
No tomamos el lenguaje escrito desde la perspectiva de las teorías de la comunicación, de la información o la hermenéutica sino desde el enfoque de la semiología ¿ Por qué significa?. En grafología podemos preguntarnos ¿ Cómo significa? 

Lo expuesto podría ser respuesta o fundamento del por qué solicitamos textos espontáneos cuando capturamos muestras.
Es importante que el sujeto se exprese libremente porque en ese expresarse, lo encontramos. La expresión libre es nuestro material más rico.


En re-educación por la escritura no se trata de poner al reducando a realizar dibujos o diagramas diseñados a priori sino adecuar las estrategias para cada caso. Podemos hacer mucho bien o mucho mal...Depende del nivel profesional de cada uno.

Como explica nuestra colega y psicóloga Val's Sánchez con ejercicios/ estrategias de aplicación universal : "Se estructura al sujeto con pautas, se limita la libre expresión y por lo tanto al SER "

Muchas gracias

Texto de Eva Procopio. Grafólogo de la República Argentina. 


domingo, 7 de febrero de 2016

Grafología Educativa.




Normativa de la Lengua: alteraciones presentes en el grafismo I .


" La grafología de los pequeños gestos es irrisoria, entre personas superiores

 muchas son las que simplifican en extremo  su escritura: atento sólo a expresar

 su pensamiento, en nada atienden a los acentos, barras de t, etc" 

 Crepieux  - Jamin *

domingo, 16 de marzo de 2014

El ductus...














                         El ductus...por Roland Barthes
" En 1866, Waterbach llama la atención acerca de un elemento importante del acto de escribir: el ductus. Sí en verdad se trata de un elemento de importancia capital, ¿ Cómo no se lo descubrió antes? El hecho es que hasta entonces interesaba más la escritura como producto que como producción. Ahora, el ductus no es una forma, es un movimiento, un orden en pocas palabras, una temporalidad, el momento en que se fabrica algo; sólo se puede captar el sentido del ductus si se piensa en la escritura que se está realizando y no en la escritura ya hecha ( es esa escritura a la que hemos denominado " inscripción" para distinguirla de la escritura propiamente dicha o cuerpo estable, objetivo de formas gráficas). Otro motivo por el cual el ductus nos parece hoy un elemento importante del acontecimiento de la escritura, es que nuestra modernidad más reciente nos induce a acentuar la importancia de la producción, oponiendo la productividad del texto a la estructura de la obra.
El ductus es al mismo tiempo el orden con que traza la mano los distintos signos que componen una letra ( o un idiograma)  y la dirección que sigue cada signo.  El orden y la dirección siguen una regla, el ductus es un código. En las escrituras modernas ( personales) , el código ( que se mantiene elástico, si no directamente inoperante al menos individual) deriva en cierto modo de la fisiología, la cual, por razones de comodidad y de economía, impone trazar los signos de una letra en un sentido determinado; por ejemplo, los signos redondos son retrógrados, los palotes son trazos de arriba hacia abajo; en las grandes escrituras profesionales ( por ejemplo la de los talleres de escritura - Scripteria- del Medioevo , o la de la ideografía china) el código es inmutable: es un programa propiamente dicho, una cadena operativa tan estable que en los diccionarios chinos o japoneses  los ideogramas aparecen clasificados en función del ductus , que regula institucionalmente su ejecución.  En sentido análogo y como confirmación  del primado del ductus, en las escrituras del bajo imperio las ligaduras entre las distintas palabras no dependen del sentido, sino del ductus mismo; la mano del copista reina soberana, es ella la que dicta la ley.
He aquí por qué el ductus es importante: porque es un hecho de producción ( y no una forma del producto) ; es además, porque representa en vivo la inserción del cuerpo en la letra; en fin, porque tal inserción está codificada.
El ductus es un gesto humano en su dimensión antropológica: es ahí donde revela  la letra su naturaleza manual, artesanal, operativa y corporal."


Campa, Riccardo La escritura y la etimología del mundo
Barthes. Roland: Variaciones sobre la escritura
 Argentina. Edit. Sudamericana1989. Págs. 60 a 65.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Propiocepción...

                     Propiocepción

" Las sensaciones popioceptivas son puestas en marcha por estímulos que consisten en el desplazamiento mecánico de músculos y articulaciones. Tienen dos submodalidesdes:

1) Estática, que da cuenta del sentido de posición de los miembros

2) Dinámica o kinestésica, da cuenta del movimiento

Esta modalidad y submodalidades nos informan sobre el mantenimiento balanceado del cuerpo en el espacio,, sobre el movimiento de los miembros y además sobre la forma de los objetos que manipulamos.
Las sensaciones popioceptivas de los miembros son consecuencia de los movimientos voluntarios y reflejos, por ello deenden no sólo de los receptores periféricos, sino también de las señales de las regiones cerebrales que controlan los movimientos: la corteza cerebral, los ganglios de la base y el cerebelo.
hay tres tipos principales de receptores para las señales de de posición estable, de velocidad y de dirección de movimientos de los miembros:

Ellos son:
1) mecanorreceptores localizados en las cápsulas de las articulaciones de los miembros

2) mecanorreceptores localizados en los músculos, receptores del " huso muscular", especializados en transmitir el estiramiento de los músculos

3) mecanorreceptores cutáneos.

Los del primer tipo participan en la formación del sentido de posición del miembro, pero por ser sensitivos a los ángulos extremos de las articulaciones  no participan del sentido de posición del miembro en reposo. Mas bien, al ángulo de la articulación es informado de acuerdo con la longitud de los músculos. por medio del segundo tipo de receptores, que seadaptan más lentamente y son sensibles a pequeños cambios en la longitud.Estímulos vibratorios aplicados a cualquier músculo del cuerpo generan la ilusión del movimiento. Aunque, como vemos, el papel de los husos musculares es fundamental en la propiocepción  de los miembros, para que esta sea plena debe combinarse la acción de los tres tipos de receptores. Por otra parte, la sensibilidad de los husos es controlada desde el SNC por las motonueronas gamma, que son las encargadas de afinar la información que recibe el huso. El huso muscular opera entonces, al igual que la visión, en la que la regulación central de los músculos extraoculares controla la cantidad de luz que ingresa hacia la retina. 
Esto demuestra que el cerebro tiene la capacidad de regular, seleccionar y filtrar estímulos que impresionan el cuerpo."


Donnoli, Vicente: El espacio psíquico en psiquiatría: " la construcción del mundo interno a través del desarrollo neuropsicológico" editorial Lumen. Argentina. 1999. Pag. 188-189.

Psicomotricidad su relación con la Reeducación Gráfica.





Psicomotricidad

"Históricamente, desde 1900 a la fecha, el recorrido y la evolución del campo psicomotor. se despliega desde nuestro punto de vista, de acuerdo con diferentes cortes que van modificando y delineando un accionar clínico específico.

Primer corte epistemológico:
Encontramos en primer término,las prácticas reeducativas determinadas por el concepto del paralelismo mental-motor.Primer corte espistemológico que intenta superar el dualismo cartesiano a través de esta relación y correspondencia.
En esta primer etapa la influencia de la neuropsiquiatría es determinante en una clínica que se centra en lo motor y en un cuerpo insrumental. herrmienta de trabajo para el reeducador, que se propone arreglarlo.

Segundo corte epistemológico:
En segundo término, con los nuevos apotes del ámbito psicológico, en especial de la psicología genética, ubicamos un pasaje de lo motor al cuerpo, en donde este se transforma en un instrumento de construcción de la inteligencia humana.Segundo corte epistemológico donde el acento pasa de lo motor al cuerpo como productor en su acción de la vida intelectiva. La mirada estará puesta no ya en lo motor sino en un cuerpo en movimiento.
Entonces, ya no se trata de una reeducación, sino de una terapia psicomotriz, que se ocupa, observa y opera en un cuerpo en movimiento, que se desplaza, que construye la realidad, que conoce a medida que comienza a moverse, que siente, se emociona, y esta emoción se manifisesta tónicamente.
Así, el tono muscular, las posturas, el gesto, la emoción ( representante del orden de lo psíquico en el cuerpo)  serían producciones del cuerpo que se podrían abordar en un encuadre terapéutic psicomotor.
Este encuadre y  enfoque "global" del cuerpo de la persona estaría determinado por tres dimensiones en las que el psicomotricista centrará su mirada: una dimensión instrumental, una dimensión cognitiva y otra dimensió tónico- emocional.

Tercer corte epistemológico:
En tercer término, con el aporte de la teoría psicoanalítica, surge un giro conceptual fundamental (...) ya no centra su mirada en un cuerpo en movimiento, sino en un Sujeto con su cuerpo en movimiento.
ya no se tratará de una "globalidad", de una " totalidad", sino de un sujeto dividido, escindido, con un cuerpo real, imaginario y simbólico: este tercer corte espistemológico fundaría una clínica psicomotriz centrada en el cuerpo de un sujeto deseante y no ya, en una terapeútica basada en objetivos y técnicas.
Así la inclusión de lo inconsiente en el ámbito psicomotor por sus consecuencias teórico-clínicas sub-vierte su mirada, diferenciándose claramente de las relaciones terapéuticas empáticas o destinadas a la exresión o a la catarsis emocional (...)  que, aunque intentan tomar en conisderación conceptos del psicoanálisis como la transferencia , regresión, sublimación, et, desde la mirada que proponemos, vacían y desvirtúan al carácter que el psicoanálisis dio a los mismos, perdiéndose así la posibilidad de que se articulen con la práctica psicomotriz. (...)

Resumiendo: a lo largo de la historia del ámbito psicomotor se pueden precisar diferentes pasajes: de lo motor al cuerpo. No son sinónimos, ni tampoco equivalentes y es, justamente, porque tampoco son desanudables que la psicomotricidad es nombrada y por ende, existe."


Levin, Esteban: La clínica psicomotriz. "El cuerpo en el lenguaje ".Nueva Visión. Buenos Aires. 2011. Págs.28-29