Perfil neuropsicológico de las personas con demencia
Según Víctor
Isidro Carretero, neuropsicólogo
y responsable de formación y
Carolina Mendoza Rebolledo, neuropsicóloga
del Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía
explican el perfil neuroposicológico de las personas con demencia, que ayuda a
conocer el tipo de demencia que tienen y la fase de la enfermedad en la que se
encuentran.
La demencia
incluye síntomas cognitivos y psicológico-conductuales lo suficientemente
intensos como para producir alteraciones en la funcionalidad de quien la sufre.
Además del fallo
de memoria debe aparecer al menos otro síntoma de tipo cognitivo, como
desorientación temporo-espacial, afasia (comprensión del lenguaje), aprosexia
(incapacidad de fijar la atención), agnosia (incapacidad de reconocer estímulos
o aprender nuevos), apraxia (incapacidad de realizar movimientos con un
propósito) o disfunción ejecutiva, debe marcar una ruptura con el nivel de
funcionamiento previo, debe ocurrir en ausencia de alteraciones de la
conciencia y tiene que permanecer en el tiempo.
La gran variedad
de síntomas es un reflejo de las distintas formas de avance en el daño
producido en el cerebro y su relación con las diferencias de cada individuo.
Aunque existen
casos preseniles, es un síndrome que aparece mucho más frecuentemente en
personas mayores y aunque hay muchos factores orgánicos que pueden provocarlo
(enfermedad infecciosa, metabólica, vascular, traumatismo craneoencefálico,
etc.), las enfermedades neurodegenerativas (enfermedad de Alzheimer, enfermedad
de Parkinson, cuerpos de Lewy…) son la causa más común de demencia en mayores.
Se pueden
clasificar las demencias como demencias corticales, cuyo principalmente
exponente es la enfermedad de Alzheimer (responsable de la gran mayoría de las
demencias), y demencias subcorticales, como la enfermedad de Parkinson o la
corea de Huntington. En las demencias corticales encontraremos una importante
desestructuración en funciones superiores (sobre todo memoria y lenguaje) y
razonamiento abstracto, mientras que en las subcorticales, las alteraciones
principales serán de tipo motor y conductual.
Las alteraciones
más frecuentes en las demencias corticales son:
Alteración
de memoria: la memoria
episódica corresponde al sistema de codificación y almacenamiento de la
información, relativa a episodios temporalmente fechados y espacialmente
localizados en la vida de la persona. El déficit producido en ella se
caracteriza por una amnesia para hechos recientes debida a la incapacidad para
registrar o almacenar la información nueva. Es más la incapacidad para aprender
que para recordar.
Esta alteración
se debe a daños en el lóbulo temporal medial como la atrofia del hipocampo y
corteza entorrinal típica del Alzheimer.
Según avanza la
demencia, la dificultad se amplía hacia recuerdos más lejanos en el tiempo,
observando este proceso de involución temporal hasta las fases finales de la
enfermedad. Esta pérdida de recuerdos episódicos se va acompañando de un
déficit de la memoria semántica o de conocimiento general del mundo, por daños
en la corteza de asociación. La memoria implícita, responsable por ejemplo de
las habilidades y destrezas motoras, permanece sin alteración durante más
tiempo en las demencias corticales.
Aprosexia:
la capacidad de mantener la
atención se dañan precozmente en las personas demenciadas, al no ser capaces de
distinguir los estímulos relevantes de los accesorios. A la hora de evaluar o
intervenir con estas personas, siempre debemos de tener en cuenta estas
limitaciones atencionales, que pueden contaminar los datos obtenidos en la
evaluación o dificultar el proceso de estimulación cognitiva en las actividades
que les planteemos dentro del programa de intervención.
Agnosia: la pérdida de la capacidad de reconocer estímulos
sensoriales, limita o imposibilita a la persona a interpretar lo que percibe y
supone una gran dificultad a la hora de comunicarse con el entorno.
Alteraciones
del lenguaje: dentro de la
afasia característica de la demencia, encontramos problemas de fluidez verbal.
El discurso se vuelve pobre de significado y en él abundan las frases hechas,
dando apariencia de vacío de mensaje. Si la persona pone énfasis en comunicar
algo, normalmente surgen abundantes parafasias y circunloquios que le
dificultan la transmisión de la información de forma clara y concisa. La
anomia, o dificultad para encontrar las palabras deseadas, es un síntoma precoz
en la aparición del síndrome.
En la fase más
avanzada, el lenguaje puede llegar a desaparecer por completo o relegarse a
meras palabras sueltas, articulaciones sin sentido o sonidos guturales.
La escritura
también se ve alterada en el proceso de la enfermedad, mostrando desde fases
iniciales una longitud y una complejidad sintáctica menor y aunque al principio
mantiene la coherencia, surgen variadas sustituciones semánticas y errores
ortográficos.
Disfunción
ejecutiva: las funciones
ejecutivas incluyen capacidades relacionadas con el autocontrol y la regulación
de nuestro comportamiento, el juicio, la toma de decisiones, la planificación,
iniciación y verificación de la conducta realizada, así como la inhibición y el
cierre a voluntad de la misma. Pueden aparecer déficits de estas funciones en
estados muy iniciales o incluso prodrómicos de la enfermedad de Alzheimer,
precediendo al declive de otros procesos cognitivos.
Alteración
de las capacidades visoespaciales: el déficit visoespacial se desarrolla
con el avance de la enfermedad
en actividades que ponen de
manifiesto la utilización de capacidades
visoconstructivas o de orientación
en el espacio.
Alteración
del estado de ánimo: la
alteración de la morfología y el funcionamiento del hipocampo y, por
consiguiente, del sistema límbico produce una tendencia a la labilidad
emocional que desajusta las emociones asociadas a las situaciones vividas por
la persona con demencia.
En la fase
inicial también puede existir cierta tendencia al estado de ánimo decaído,
apático y depresivo, como reacción ante la situación de conciencia de pérdida
de capacidades.
Agitación
de la conducta motora: la
ansiedad entendida como acumulación de energía que produce malestar en la
persona, puede manifestarse en la aparición de conductas repetitivas o
estereotipias sin finalidad alguna. La deambulación errática (con el
consiguiente riesgo de fuga), el seguir al cuidador, la repetición de
movimientos asociados a la experiencia profesional de la persona y balanceos
constantes son formas frecuentes de expresión.
Aparición
de síntomas psicóticos: los
delirios o pensamientos irracionales sobre variada temática (robo, perjuicio,
celos, grandiosidad…) y las alucinaciones o percepciones sin objeto en
cualquier esfera sensorial, suponen la ruptura con la realidad y la creación de
una realidad paralela vivida por el enfermo.
Desinhibición
o actuación fuera de los límites sociales establecidos: incluyendo conductas agresivas, verbalizaciones desinhibidas y conductas sexuales inapropiadas.
Trastornos
del ciclo vigilia-sueño: con
frecuencia, la persona con demencia
tiene tendencia a agitarse cuando
cae la luz, es el conocido como “síndrome
del crepúsculo”; incentivado por
la desorientación temporo-espacial que
padece. Esta tendencia mantenida en
el tiempo produce una alteración de los
ciclos vigilia-sueño que se manifiesta
en que el enfermo tiende a siestear
a lo largo del día y, sin embargo,
permanece más activo durante
la noche.
En general, el
síntoma psicológico y conductual más predominante en cada momento dependerá de
la fase de la enfermedad en la que se encuentre. Por ejemplo, las tendencias
depresivas surgirán más fácilmente en estadios iniciales de la demencia,
mientras que los síntomas de tipo psicótico son característicos de fases más
avanzadas de la misma.
Además de todos
los síntomas y de las características descritas dentro del perfil neuropsicológico,
hay que resaltar que debido a que la mayor parte de las personas con demencia
son de avanzada edad, es frecuente y probable que existan otras patologías y
discapacidades concomitantes (ceguera, sordera, amputaciones, problemas
vasculares…) que intervendrán y afectarán al curso de la demencia.